domingo, enero 18, 2009

Ocho Raro

The Incredible Hulk vol. 2 número 380

Título: Ocho Raro

Título original: Crazy Eight

Guion: Peter David

Lápiz: Bill Jaaska

Tinta: Jeff Albrecht

Color: Glynis Oliver

Valoración: 10 sobre 10

Edición española: Coleccionable El Increíble Hulk n. 22 , Planeta DeAgostini

Citas destacadas: -"Veo la basura, la recojo y me deshago de ella. Me gusta ver rodar cabezas y saber que ese tipo ya no hará más daño a nadie. Eso me pone, ¿vale?" (Leslie)

-"Aún quieres una explicación sencilla. Algún incidente o algún trauma que me hiciera como soy. Quizá sea esto: decidí que no quería estar en este mundo, pero era demasiado cobarde para dejarlo. Así que se me ocurrió darles una razón para echarme...y eliminar de paso a algunos malos. ¿Contento? O quizá sea sólo que somos como somos, Lenny. Y eso es todo. Pero nunca lo es." (Leslie)


Crítica: El dibujante regular Dale Keown vuelve a saltarse un episodio de la serie, por lo que Peter David introduce una historia de relleno hasta su retorno, que no avanza los argumentos principales, ni siquiera aparece Hulk, pero que reúne una serie de cualidades que la hacen brillar sobre el resto. La historia se inspira en un artículo de periódico que Peter David leyó sobre un psicólogo al que llaman a declarar en la lectura de la sentencia de un asesinato, combinado en que deseaba usar el nombre de "Ocho Loco" para un personaje y aprovechó esta ocasión.

Trata un tema realmente polémico en forma de alegato en favor del incalculable valor de cualquier vida humana y, en concreto, se critica la intolerable pena capital aplicada por el Estado. El autor recibió bastantes emails de personas "enfadadas porque leían tebeos para evadirse" por tratar un tema tan controvertido en un cómic de superhéroes y se defendió de sus remitentes tachándolos de hipócritas a todos por no saber bien cuáles eran sus auténticas prioridades a la hora de exaltarse y quejarse.

Consiguió conmocionar al lector, sumido en la casi indiferencia e insensibilidad que promueven exponerse diariamente a noticias macabras y a muertes ficticias en los medios audiovisuales e impresos, para que, en un "ejercicio de técnica de redacción" (como el propio autor reconoce), una sola muerte llamara su atención y les hiciera ver la injusticia, lo horrendo de un asesinato legal.

Peter David explica en su columna de But I Digres...: "Se trataba de una historia que se basa en asumir la muerte como algo real", por lo que le pedía al lector que se implicase de verdad, "que se preocupase por lo que le ocurría a un personaje al que iban a conocer tan sólo durante 20 páginas, y le pedía que creyese que este personaje iba a morir de verdad, de forma definitiva".

Para ello, crea un personaje polémico, una antiheroína que se toma la justicia por su mano, a la que las autoridades ignoraban cuando mataba a delincuentes, pero que se le echaron encima cuando asesinó a un senador. El Dr. Samson, sobre el que recae parte del protagonismo de la historia y cuyo informe favorable sobre la salud mental de la reclusa resultó decisivo para condenarla a muerte en vez de a cadena perpetua, será quien le acompañe en sus últimos momentos antes de que se le ejecute en la silla eléctrica.

La prisionera solicita la presencia del psiquiatra de pelo verde, el cual, pese a haberla condenado a muerte por su declaración profesional sobre su estado mental, parece caerle bien por su ingenuidad y bondad. El psiquiatra nunca se saldrá fuera de la ilegalidad, incluso llegará a sentarla en la silla eléctrica evitando un intento de fuga (en realidad se le permite su presencia en la cárcel para ello, para procurar que no escape la reclusa que posee una fuerza sobrehumana). Éste llegará a implicarse emocionalmente con esta mujer creándole un conflicto interior entre su respeto a la vida y su fe en el sistema.

A través de Samson, quien sirve de hilo conductor, el lector se hace partícipe de la angustia de la reclusa, de su desesperación, de sus ansias de vivir, de su amargura ante la violencia del mundo que le impulsa a actuar con más violencia...No podemos apartar la vista e ignorarlo esta vez, Peter David lo orquesta todo para que recibamos un golpe de realidad: el proceso que lleva a la ejecución de un ser humano se narra en toda su crudeza e inhumanidad. ¿Se lo merece por asesinar a otras personas o nos rebajamos a su altura si le aplicamos la misma medicina mortal amparado en la legalidad? No obstante, en esta mujer condenada acabaremos reconociendo una nobleza y un sentido de la justicia superiores que los del propio implacable sistema que la ha condenado a una muerte tan horrenda.

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