Guión: Robert Kirkman
Dibujo: Charlie Adlard
Tinta: Stefano Gaudiano
Planeta
Edición original: The Walking Dead nº 127-132
Valoración: 8 sobre 10
Precio: 8,5 euros
Reseña: Leyendo este tomo me he recordado de la trilogía El Señor de los Anillos, en concreto de la llamada La Comarca en que los hobbits vivían en paz, todos tenían una labor y al final de un duro día de labor se reunían a festejar. Tras derrotar a Neggan, Rick ha fomentado algo así, una comunidad dedicada a cultivar sus propios alimentos, a construir molinos, a hacer pan...nadie sobra y se sienten felices porque valoran lo que tienen.
Claro, si esto sigue así, cerraría la colección con un final feliz, así que existen ciertos problemas dentro y fuera de esta comunidad (y las otras que existen alrededor con las que se relaciona). Podemos destacar lo que le cuesta a Rick permitir que su hijo vuele del nido bajo su protección y dejarle marchar a otra comunidad para que aprenda un oficio que le gusta. O los esfuerzos de Neggan, preso en las catacumbas de esta comunidad, para escabullirse y vengarse de sus captores. También llega un grupo de supervivientes desconocidos cuya desconfianza mutua puede degenerar en un mal asunto, que el guionista ya nos ha enseñado que todo es posible y que no debemos encariñarnos demasiado con ningún personaje.
De cara al exterior, los zombies en oleadas han de ser redirigidos para que no acaben con las comunidades de humanos establecidas. Y otro problema inquietante surge: algunos caminantes no-vivos parecen haber aprendido a hablar y a utilizar armas, misterios que no se resolverán hasta las últimas páginas del tomo y que mantendrán el interés para un próximo episodio. Este Kirkman se las sabe todas y no nos deja desengancharnos ni un segundo.
Reseña: Leyendo este tomo me he recordado de la trilogía El Señor de los Anillos, en concreto de la llamada La Comarca en que los hobbits vivían en paz, todos tenían una labor y al final de un duro día de labor se reunían a festejar. Tras derrotar a Neggan, Rick ha fomentado algo así, una comunidad dedicada a cultivar sus propios alimentos, a construir molinos, a hacer pan...nadie sobra y se sienten felices porque valoran lo que tienen.
Claro, si esto sigue así, cerraría la colección con un final feliz, así que existen ciertos problemas dentro y fuera de esta comunidad (y las otras que existen alrededor con las que se relaciona). Podemos destacar lo que le cuesta a Rick permitir que su hijo vuele del nido bajo su protección y dejarle marchar a otra comunidad para que aprenda un oficio que le gusta. O los esfuerzos de Neggan, preso en las catacumbas de esta comunidad, para escabullirse y vengarse de sus captores. También llega un grupo de supervivientes desconocidos cuya desconfianza mutua puede degenerar en un mal asunto, que el guionista ya nos ha enseñado que todo es posible y que no debemos encariñarnos demasiado con ningún personaje.
De cara al exterior, los zombies en oleadas han de ser redirigidos para que no acaben con las comunidades de humanos establecidas. Y otro problema inquietante surge: algunos caminantes no-vivos parecen haber aprendido a hablar y a utilizar armas, misterios que no se resolverán hasta las últimas páginas del tomo y que mantendrán el interés para un próximo episodio. Este Kirkman se las sabe todas y no nos deja desengancharnos ni un segundo.
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